Francisco Xavier Mina
Martín Xavier Mina Larrea
Francisco Javier Mina
Militar español
Francisco Xavier Mina nació el 1 de julio de 1789 en Otano, Navarra, población situada en la falda norte de la Sierra de Alaiz, España.
Hijo de Juan José Mina Espoz y de María Andrés Larrea. Se crió en el seno de una familia de labradores acomodados.
Desde los 11 años vivió con sus tíos Clemente y Simona Espoz cuando se trasladó para estudiar latín, matemáticas y humanidades en el Seminario de Pamplona. Con 18 años viajó a Zaragoza para iniciar estudios de Derecho, que abandonó tras la invasión francesa de España.
Cuando contaba 20 años, fue autorizado para crear un cuerpo franco, el Corso Terrestre de Navarra, con el que se comenzó el sistema de partidas y guerrillas en España contra los invasores. Tras un año de victorias, fue capturado en Labiano y conducido hasta Bayona, siendo encerrado en Vincennes en 1810. En esta etapa se formó militarmente e intelectualmente con el General Victor Lahorie. En 1814, tras el desastre en Rusia y la caída de Napoleón, fue liberado y regresó a España.
Fernando VII recuperó el trono que entregó a los franceses y se negó a jurar la Constitución de Cádiz, la declaró abolida y restauró el Absolutismo. Mina quería continuar su cruzada contra el absolutismo apoyando a la Nueva España en su lucha por la emancipación. Tras un intento de levantamiento en Navarra, hubo de exiliarse en Londres, cuando Inglaterra daba refugio a muchos liberales y donde conoció a muchos, especialmente al eclesiástico Fray Servando Teresa de Mier, quien le ayudaría en la travesía hacia América para ponerse a las órdenes del insurgente José María Morelos.
La expedición de carácter liberal internacionalista organizada en 1815 contaba con españoles, franceses y británicos dispuestos a enfrentarse a las tropas realistas para acabar con el Absolutismo a ambos lados del Atlántico, restaurar la constitución gaditana y conseguir la autonomía de las provincias americanas. Se embarcó en mayo de 1816 a bordo de la fragata Caledonia, acompañado de fray Servando y 22 oficiales españoles, italianos e ingleses.
Arribaron primero a Estados Unidos y desembarcó en Soto la Marina el 15 de abril de 1817. A su llegada, Mina imprimió y distribuyó una proclama en la que dio a conocer los motivos de su lucha: poner fin al despotismo y monopolio ejercido en España por Fernando; privarlos de los recursos de las posesiones de ultramar; unir su lucha contra la tiranía con la de los americanos, así como el establecimiento de gobiernos liberales en toda la extensión de la antigua monarquía.
La muerte de Morelos dejó a los insurgentes al borde de la derrota. Hidalgo y los primeros caudillos desaparecieron y apenas unas cuantas partidas capitaneadas por Guadalupe Victoria, José María Liceaga y Vicente Guerrero, mantenían la lucha en Veracruz, el Bajío y el Sur novohispano. A pesar de que los expedicionarios no conocían México, su campaña fue el impulso más fuerte que recibió la insurgencia.
En Soto la Marina, mandó construir un fuerte en donde dejó 130 hombres al mando del mayor Sardá, mientras que él se adentró al país con unos 300 seguidores. El fuerte fue destruido por la fuerza naval imperial y Fray Servando Teresa capturado. Mina tenía el objetivo de reunirse con los insurgentes para unir esfuerzos contra la monarquía y se enfrentó a los realistas obteniendo importantes victorias, entre ellas: en Valle del Maíz, en la hacienda de Peotillos, en Real de Pinos y en Rincón de Centeno, cerca de San Juan de los Llanos.
En el Fuerte el Sombrero, Guanajuato, Mina se reunió con el insurgente Pedro Moreno y, urgido de apoderarse de una ciudad importante que reviviera la insurgencia, atacó Guanajuato la noche del 24 de octubre, pero sus tropas fueron dispersadas por los realistas. Mina y Moreno huyeron al Rancho del Venadito, pero un cura de Silao los denunció y, el 27 de octubre, fueron detenidos. Mina fue encadenado, Moreno ejecutado inmediatamente. Hecho prisionero del coronel Orrantia, el 11 de noviembre de 1817 fue fusilado en Fuerte de los Remedios Pénjamo, Guanajuato, por la espalda, como se fusilaba a los traidores, sin reconocerle ninguna gradación. Según historiadores, murió con tranquilidad y compostura.
En 1823, el Congreso Mexicano le declaró “héroe en grado heroico”. Sus restos fueron enterrados solemnemente frente al altar mayor de la Catedral de México, junto con Hidalgo, Morelos y Allende. Desde el 15 de septiembre de 1910, descansan en la Columna de la Independencia.