José García Nieto
Poeta español
José García Nieto nació el 6 de julio de 1914 en Oviedo.
Su infancia transcurrió entre Soria y Toledo.
Cursó estudios de Ciencias Exactas, pero abandonó para cursar Periodismo, en Madrid, ciudad en la que se instaló en 1929. Desde sus primeros años en la capital contactó con el círculo literario Café Gijón.
Fue Premio Nacional de Literatura Garcilaso (1951); Premio Fastenrath de la Real Academia Española (1955); Premio Nacional de Poesía (1957); Premio Mariano de Cavia de Periodismo; individuo de número del Instituto de Estudios Madrileños y miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y Premio Cervantes (1996). Miembro de la Real Academia Española desde 1983.
Se convirtió en uno de los poetas más representativos de la conservadora corriente neoclásica de la posguerra española. Sus composiciones se caracterizan por una aparente facilidad y sencillez de expresión que revela, sin embargo, una notable depuración estilística y rigor técnico.
Fundador y director de la revista Garcilaso y colaborador en otras publicaciones como Poesía Española, Mundo Hispánico y Acanto. Algunas de sus obras son: Los Cristales Fingidos, Del campo y soledad y Hablando solo.
José García Nieto falleció el 27 de febrero de 2001 en Madrid, a la edad de 87 años.
Obras
Víspera hacia ti (1940)
Poesía (1944)
Versos de un huésped de Luisa Esteban (1944)
Tú y yo sobre la tierra (1944)
Retablo de ángel, el hombre y la pastora (1944)
Del campo y soledad (1946)
Juego de los doce espejos (1951)
Tregua (1951) Premio Nacional de Literatura
La red (1955) Premio Fastenrath
Geografía es amor (1956) Premio Nacional de Literatura
El parque pequeño (1959)
Corpus Chisti y seis sonetos (1962)
Circunstancias de la muerte (1963)
La hora undécima (1963)
Memorias y compromisos (1966)
Hablando solo (1967) Premio Ciudad de Barcelona
Facultad de volver (1970)
Taller de arte menor y cincuenta sonetos (1973)
Súplica por la paz del mundo y otros "collages" (1973) Premio Boscán
Sonetos y revelaciones de Madrid (1974)
Los cristales fingidos (1978)
El arrabal (1980)
Nuevo elogio de la lengua española (1983)
Sonetos españoles a Bolívar (1983)
Donde el mundo no cesa de referir su historia (1983)
Piedra y cielo de Roma (1984)
Carta a la madre (1988)
Mar viviente (1989)
El cuaderno roto (1989)
NUEVO ELOGIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
II
Me he parado en el tiempo y alguien aquí se para.
He mirado a lo alto y otra cabeza yergue
su frente que ahora imita la luz de primavera.
Lo que aquí se detiene conmigo es el lenguaje:
semilla rumorosa y elevación del fruto.
Lo que aquí se detiene conmigo es la palabra,
esa torre, cruzada de fe, que se revela,
ese corcel que pasta mis campos de ternura
o levanta sus cascos a las constelaciones
en la noche infinita que enmudece contigo
o puebla de cadencias el cuerpo de los astros.
Tú eres mi testimonio, mi cruz y mi linaje;
mi estirpe, mis paredes o mis portales eres,
mis tejados que esperan tu ruido con la lluvia,
mis hogares que hablan con la leña quemándose;
la madera que toca la amistad de los puertos,
las alas que en las alas encuentran compañía,
la fuente que mil fuentes escogidas enlaza,
el río que recibe los ríos y los nombra
finalmente y se queda solo con sus orillas.
Te adueñaste del mundo limpiamente y cantando,
solamente diciendo: «yo traigo la esperanza».
Lo que no era nombrado no existía.
La tierra prestó la emocionada cueva de sus oídos,
el pálpito impaciente de un corazón unánime
que esperaba en la sangre las claves sucedidas,
que respira, respira, y alguien escucha y sabe.
Tu mirada profunda contempló lo mirado;
después sola te fuiste sin volver la cabeza.
Te dejaste riquezas, ramos de territorios,
arenas marineras y desiertos y bosques
donde el desconocido pájaro entretenía
umbrías vegetales que no alcanzaba el sol.
Todo lo que miraste se cubrió de hermosura,
quiero decir, de nombres, que fueron pulso y orden,
y designios futuros, y amor y sal del tiempo.
Fraternidades únicas llenaron los espacios.
Tu ausencia no lo era, porque ya estaba el puente
tendido sobre el tiempo. Podías recrearte
en todo lo entregado más que en lo recibido.
¡Qué soledad de pronto si todo enmudeciera,
si el eco no llevara lo que tú le regalas!
Pero nadie está solo, nadie tiembla en el miedo
si alguien dice su nombre en un rincón del mundo.
Ahora cierras los ojos y te ves bautizando
las gracias y los símbolos y el mar y sus primicias,
los campos que la luna nevaba estremeciéndolos
y el monte inaccesible con nieve verdadera...
Ábreme puertas, puertos, viajes y travesías.
Pásame en esa barca de oro con cuadernas
que, estrechadas y acordes, establecen la música;
llévame al aire como la casa de Loreto
para que fecundemos el porvenir sonando.
Contigo voy cubierto de una ajustada tela;
el hábito me hace y tú me lo has tallado:
eres amor y él viste como Ausias March decía