Luis Carandell en su libro sobre anécdotas políticas, dice que en la guerra de Sucesión española, cuando Felipe V sitiaba la ciudad de Barcelona, en poder de su oponente el archiduque Carlos de Austria, se animó a luchar junto a sus soldados. Estos, viendo los riesgos que corría el monarca, le comentaron que no debía hacerlo, ya que "rey no hay más que uno". A esta sentencia respondió Felipe la frase celebérrima: "Otro habrá. A rey muerto, rey puesto".
Este monarca sufrió desarreglos mentales teniendo enfermedades imaginarias unos días y sintiéndose difunto otros mandando que lo enterrasen. Por la noche mandaba a encender cientos de luces y de día mandaba correr todas las cortinas permaneciendo en oscuridad. Su repentina muerte, a los sesenta y dos años, fue consecuencia del deterioro físico y mental del monarca, según escribe el historiador Henry Arthur Kamen en su biografía Philip V of Spain: The King Who Reigned Twice. "Realmente, Felipe V no se había lavado desde hacía por lo menos cuatro meses y su condición era tal que al intentar asear el cadáver, los sirvientes se llevaban en las esponjas trozos de la piel".
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