Se cuenta que en cierta ocasión una señora se acercó al inventor estadounidense Thomas Alva Edison para preguntarle:
-¿Es usted el que ha inventado una máquina que habla?
No, señora. La primara máquina parlante la sacó Dios de una costilla de Adán -respondió Edison con impertinencia-. Yo lo que he inventado es una máquina a la que uno puede parar cuando se ha cansado de oírla hablar.
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