El escritor francés Émile Zola murió de asfixia por monóxido de carbono en un accidente ocurrido al fallar la estufa que calentaba su despacho, en el que se hallaba trabajando. No obstante, nunca ha podido disiparse totalmente el rumor de que aquel accidente se debió a un atentado contra su vida promovido por manos desconocidas.
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