Alejandro Magno murió posiblemente de fiebres tifoideas o de un colapso hepático. Tras dos años de disputas se preparó una carroza funeraria para trasladarlo a la ciudad griega de Ege (Macedonia). Entre tanto, su cuerpo se mantuvo conservado gracias que fue sumergido durante ese tiempo en miel. Alejandro expresó su deseo de ser enterrado en Alejandría o en Siwa, ciudad egipcia situada al noroeste del país. Cuando todo estaba dispuesto para su traslado a Macedonia, Tolomeo, gobernador de Egipto y amigo de Alejandro atacó la comitiva y se apoderó del cadáver dispuesto a hacer cumplir su deseo sobre el lugar de su enterramiento. Envió primero el cadáver a Menfis donde fue enterrado según la costumbre macedonia (Pausanias) y posteriormente fue llevado a la ciudad de Alejandría.
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