El primer restaurante en el sentido moderno del que se tiene noticia abrió sus puertas en la Rue du Poulies de París en 1765, cuando un mesonero apellidado Boulanger, abrió una casa de comidas y colocó un letrero a su puerta en el que se leía en bajo latín: Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos («Venid a mi casa hombres que tenéis el estómago cansado y yo os restauraré»). La frase tuvo éxito y desde entonces las casas de comidas pasaron a llamarse «restaurantes». Y los cocineros «restauradores». En Francia se les llamó boulangeries en honor a su inventor. En 1782, un ex oficial de la intendencia de los condes de Provenza, llamado Antoine Beauvilliers, abrió un local en el que se podía reconocer un restaurante en el sentido moderno, en la Rue de Richelieu, París. Lo llamó La Gran Taberna de Londres, con una gran variedad de manjares, un menú y mesas particulares. Todo bien preparado y que aseguró su éxito.
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