El 12 de febrero de 1852, el sacerdote Martín Merino -al que no hay que confundir con el más famoso cura Merino, héroe de la guerra de la Independencia y de las guerras carlistas- intentó asesinar a la reina española Isabel II, que salía de una misa de acción de gracias por su reciente parto. Pero el cuchillo se enganchó en las ballenas del corsé de la reina, así que la puñalada se desvió y causó sólo un leve rasguño a su majestad. El frustrado regicida fue rápidamente juzgado y ahorcado.
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