En el año 1014, Basilio II de Constantinopla decidió acabar con una guerra que enfrentó a su pueblo con los búlgaros durante cuarenta años. Para ello, cegó a la mayoría de sus 15.000 prisioneros y, a otros 150 dejó sólo un ojo. Cada 100 prisioneros ciegos fueron guiados por uno tuerto en su camino de regreso a la capital de Bulgaria donde provocaron el pánico. Basilio II pasó a la historia como Bulgaróctonos, "Matador de búlgaros".
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