Según cuenta Plutarco en su obra Vidas paralelas la primara vez que Julio César llegó a África tuvo la mala fortuna de tropezar y caer a tierra nada más desembarcar. Con gran presencia de ánimo, Cesar se sobrepuso inmediatamente al accidente y, levantándose, dijo: «Teneo te, Africa» («Te tengo, África»), dando a entender así que no había sido una caída casual, sino más bien un acto voluntario con el que simbolizaba que había tomado posesión de aquella tierra.
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