La princesa Sissí padecía de lo que hoy en día se diagnosticaría como anorexia nerviosa, su máxima preocupación parece que fue el cuidado de su cabello: una larga melena castaña -teñida- que le llegaba hasta los tobillos y cuyo peinado, a juzgar por los testimonios de quienes la conocieron y por los retratos y fotografías que se conservan, eran más bien una sofisticada escultura, que impuso una moda en las cortes europeas de la segunda mitad del siglo XIX. Su peluquera, Fanny Angerer, proveniente del mundo del teatro, se dedicaba en cuerpo y alma a la cabellera de la emperatriz, que debía lavar cada tres semanas con una mezcla de brandy y huevos en una operación que duraba un día entero y peinar diariamente, operación en la que empleaba no menos de tres horas. Incluso, al parecer, hay indicios de que entre las funciones de esta peluquera estaban la de representar como doble a la emperatriz en diversos viajes al extranjero.
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