Cierta noche que el literato español Francisco de Quevedo transitaba por la plazuela del Ángel de Madrid escuchó sonoros gritos de espanto y furiosos ladridos de perros. Rápidamente saca la espada, se pone en guardia y siente una tremenda embestida y algo que se le clava en su broquel. A bulto, pues su vista no es muy buena, asesta estocada tras estocada. Se escuchan unos aullidos de dolor y los testigos de la escena que se habían escondido salen a felicitarlo. A la luz de los hachones el poeta descubre a una pantera escapada de la casa de un embajador
© buscabiografias, 1999-2024