Cuando contaba 10 años, Luis XIII fue proclamado rey de Francia. Cinco años después contrajo matrimonio con Ana de Austria, hermana de Felipe IV. Por entonces todavía era virgen, cosa extraña, dadas las costumbres de palacio. Poco tiempo después se quejó de que el joven rey no terminaba de hacer uso de sus deberes conyugales a su hermano Felipe IV, quien transmitió el problema al papa, el cual se lo comunicó a su nuncio en París, que a su vez informó al embajador de Venecia, amigo de Luis XIII. Entre el nuncio y el embajador idearon mostrar al rey en qué consistía exactamente el proceso amatorio. Lo condujeron a una sala secreta en la que le esperaba su hermana, la duquesa de Vendôme, y su marido, quienes le hicieron una demostración práctica. Constatado por su médico allí presente el efecto físico que el espectáculo tuvo en el rey, se le instó a acudir en ese mismo momento a su lecho, donde Ana de Austria le esperaba convenientemente preparada.
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