Carlomagno prohibió la usura entre sus súbditos hacia el año 800, considerando como tal "todo aquel negocio en que se exige más de lo que se da". En 1179, durante el III Concilio de Letrán, la iglesia promulgó que se negara sepultura cristiana (lo que equivalía a ir directamente al infierno) a todo cristiano que prestara dinero a cambio de interés.
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