La propiedad donde vivió y murió la actriz, consta de seis habitaciones y siete cuartos de baño repartidos en casi 800 metros cuadrados, se encuentra en la localidad de Old Saybrook, un municipio costero del estado de Connecticut, a medio camino entre Nueva York y Boston. La mansión ofrece impresionantes vistas al estrecho de Long Island y dispone de embarcadero y playa privada. Los actuales dueños, un matrimonio que compró el terreno un año después de la muerte de la actriz renovaron completamente la vivienda y disfrutaron de ella como residencia de verano.
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