De ser ciertas las pocas noticias legendarias sobre su vida, la profesión original de Sócrates hubiera tenido que ser, por su linaje, la de picapedrero; sin embargo, abrió una escuela de filosofía. Durante toda su vida se jactó de ser pobre y, como sostuvo que la riqueza y todo afan de lucro eran éticamente indeseables, se mantuvo siempre consecuente, negándose a cobrar sus lecciones. Según algunos relatos, se cuenta que, pese a su gran fama, su indigencia fue tal que su esposa, Xantipa, hubo de trabajar como lavandera para mantener a la familia.
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