El estadista inglés Oliver Cromwell fue desenterrado dos años después de haber sido honrosamente inhumado en la abadía de Westminster y su cuerpo, tras ser arrastrado en trineo hasta Tyburn, fue colgado hasta el ocaso. El verdugo de aquella ciudad descolgó el cuerpo, lo arrojó al patíbulo y, de ocho hachazos, le cortó la cabeza. Sus restos fueron tirados a un foso y la cabeza empalada en un poste de ocho metros de altura con punta de hierro, que fue amarrado al tejado de Westminster Hall. Allí permaneció veinticuatro años, hasta 1685, cuando una tormenta lo arrancó de su soporte. Un capitán de la guardia robó los restos y los escondió en la chimenea de su casa, mientras que se iniciaba una ardorosa búsqueda de la reliquia. El capitán mantuvo su secreto hasta que en el lecho de muerte, lo confesó a su única hija. En 1710 la cabeza apareció en un espectáculo de curiosidades, donde fue subastada por sesenta guineas. En 1775 la reliquia pertenecía al actor Samuel Russell, que la ofreció al Sidney Sussex College, del que Cromwell había sido alumno, pero la dirección declinó la oferta. Poco después, arruinado, Samuell Russell sobrevivió con las ganancias de exponer la reliquia al público. En 1787 Russell la vendió por 118 libras esterlinas a un joyero llamado James Fox. Diez años después, Fox la vendió por 230 libras a tres empresarios que la exhibieron en la calle Bond de Londres, con muy poco éxito de público. En 1814 la propiedad, en manos de la hija de uno de aquellos empresarios, fue vendida al doctor Wilkinson. En 1960, finalmente, la familia Wilkinson la ofreció de nuevo al Sydney Sussex College, que esta vez la aceptó, y la enterró discretamente en los jardines de la institución.
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