El santo italiano Francisco de Asís fue la primera persona conocida que sufrió un estigma. En 1224 vio en el monte Alberno en los Apeninos, un radiante ángel ardiente con seis alas que levaba a un hombre crucificado. Tras esa visión, cayó en trance extático y aparecieron unas heridas en sus manos, pies y costados, como si él mismo hubiera sido crucificado. La autenticidad de estos estigmas fue compobada por los papas Gregorio IX y Alejandro IV.
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