El rey español Felipe V fue progresivamente vencido por la melancolía, la hipocondría y la más profunda locura. Se creyó atacado por el sol cuando cabalgaba la mañana del 4 de octubre de 1717 y desde entonces se sintió al borde de la muerte. No se dejaba cortar el cabello ni las uñas ante el temor de que aumentaran sus males, por lo que las uñas de los pies le crecieron tanto que apenas podía caminar. Se mordía continuamente los brazos de ansiedad y llegó a creerse muerto y a preguntar por qué no había sido enterrado. En otras ocasiones, afirmaba que carecía de brazos y piernas. Su comportamiento fue cada vez más extravagante: ordenaba abrir las ventanas en pleno invierno; se envolvía mantas en verano, y algunas noches se creía convertido en rana. Su locura le llevo a temer ser envenenado con una camisa (sic) y desde entonces pasó un año entero sin mudarse. Después, por razones de seguridad, optó por vestir únicamente camisas usadas de su esposa, Isabel de Farnesio.
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