El emperador romano, Nerón fue un gran aficionado al canto. Se dice que tomó lecciones adoptando una actitud de sumisión ante sus profesores, a quienes obedecía estrictamente. Debutó en la que hoy es la ciudad de Nápoles. Sucedió que ese día el público huyó despavorido no sólo por su interpretación, sino porque se produjo un temblor sísmico. Nerón obligó a cerrar las puertas en sus siguientes actuaciones sin dejar salir a nadie hasta que el finalizase su interpretación.
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