El emperador romano Domicio Claudio Enobarba, Nerón, hizo un viaje artístico a Grecia en el año 66 y aprovechó para participar en los Juegos de Olimia, Delfos y Corinto. Fue necesario coronar al imperial concursante con los laureles de vencedor. Regresó a Roma dos años después, llevando consigo más de mil ochocientas coronas de triunfador. Por ejemplo, obtuvo un título olímpico de carreras de carros en el año 67, además de algunos otros en poesía. En aquella ocasión, ganó, entre otras razones porque corrió en solitario. Años después, tal vez en recuerdo de sus "glorias" olímpicas, Nerón instituyó los Juegos Juvenales para conmemorar que se había afeitado la barba dedicándola a Júpiter.
En otra época de su vida, Nerón tomó lecciones de canto y debutó en la actual Nápoles. El público huyó despavorido al coincidir su interpretación con un temblor sísmico. En las siguientes actuaciones, sin dejarse intimidar por los elementos, Nerón obligó a cerrar las puertas para que nadie se marchase durante su actuación.
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