Cuando el rey Pedro I de Castilla aún era príncipe, se enamoró de Inés de Castro, con la que se casó secretamente. Su padre, Alfonso I, temiendo posibles complicaciones políticas inventó cargos contra la joven, que fue juzgada, hallada culpable y decapitada, lo que provocó la insurrección de su hijo y una guerra civil que sólo acabaría con la muerte del rey en 1357. Al llegar al trono, Pedro mandó exhumar el cadáver de su amada y arrancar el corazón de sus verdugos. El cuerpo de Inés de Castro, vestido y engalanado para la ocasión, fue sentado en un trono y coronado como reina consorte. Todos los altos dignatarios de la corte hubieron de rendirle pleitesía, besarle la mano y tratándola como si estuviera viva. La desventurada vida de Inés de Castro sirvió de tema al escritor Luis Vélez de Guevara para escribir su drama Reinar después de morir
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