Se cuenta que el rey Carlos I de Inglaterra mientras jugaba una partida de golf en las instalaciones del condado de Leith, un día del año 1642, recibió la noticia de que los católicos irlandeses se habían sublevado. El rey no tomó ninguna iniciativa para atajar la peligrosa revuelta hasta que hubo terminado la partida sin ninguna prisa especial. Años más tarde, siendo prisionero de los escoceses recibió permiso de los carceleros para seguir jugando al golf. Y es que la locura de los británicos por el golf es un hecho bien conocido. Por ejemplo, durante el reinado de Eduardo VII los miembros de la Cámara de los Comunes acordaron modificar el programa parlamentario para poder jugar al golf los sábados.
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