Según cuentan sus biógrafos, Armand Jean du Plessis, más conocido como cardenal Richelieu, tuvo muchas y diversas excentricidades. Una de las principales fue su gran afición a los gatos (a los que además de profesarles amor, utilizaba para catar su comida y librarse de cualquier posible veneno). Dispuso en su palacio una estancia especialmente acondicionada para su crianza y cuidado. En ella, los cuidadores (de los que nos ha llegado el nombre de dos: Abel y Teyssandier) los alimentaban con paté de pollo dos veces al día. Al morir legó una pensión para el sostenimiento de los gatos y de sus cuidadores.
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