El mejor Drácula de las pantallas cinematográficas, el actor Bela Lugosi, tenía por costumbre concede entrevistas, por exigencia de la oficina de prensa de su productora, hablando desde dentro de un ataúd y vistiendo una capa roja y negra. A medida que Lugosi se fue aficionando a los estupefacientes para dar mayor viveza a sus interpretaciones, fue interiorizando más y más su personaje cinematográfico, hasta que, ya esquizofrénico, llegó a creerse realmente el conde Drácula. A partir de entonces, como consecuencia de esta identificación con su personaje, exigió que los rodajes se efectuasen de noche pues él, como su personaje, odiaba la luz. Fuera del trabajo, Lugosi vivía encerrado en su casa. Finalmente murió en 1956, vencido por la esquizofrenia, el alcohol y las drogas, y convencido de ser el verdadero conde Drácula.
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