Según testimonios contemporáneos, el dandy inglés George Bryan Brummel, conocido como Beau Brummel, empleaba unas nueve horas diarias en su acicalado personal. Entre sus más famosas costumbres estaban, al parecer, la de enviar su ropa a Francia para que allí fuese lavada y planchada, y la de suavizar sus hojas de afeitar en pergaminos arrancados de ediciones clásicas. Fue tal su derroche que en pocos años dilapidó su gran fortuna, por lo que tuvo que huir de sus acreedores y establecerse en Francia, donde, totalmente arruinado, murió en un asilo.
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