Anton van Leeuwenhoek, conserje de Ayuntamiento de la ciudad holandesa de Delf y sin formación académica alguna, descubrió con su labor autodidacta los glóbulos sanguíneos, los espermatozoides, los protozoos y lo que después sería llamado bacteria. Este extraordinario caudal de descubrimientos fue hecho con microscopios artesanos, que Leeuwenhoek fabricaba con sus propias manos. El mejor de todos los que construyó llegaba hasta 270 aumentos.
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