Se rumoreaba que Paul Valéry era el más firme candidato al Premio Nóbel. La misma mañana en que se discutía el veredicto en Estocolmo, buscando apaciguar el nerviosismo que le producía la inmediata noticia, salió temprano de su casa de campo acompañado de su bastón y su perro. Regresó de la excursión al mediodía y, apenas abrió la puerta, preguntó a la secretaria:--¿Hay alguna llamada telefónica?--Sí, señor. Hace pocos minutos lo llamaron de Estocolmo.--¿Qué noticia le dieron? --dijo, ya manifestando abiertamente su emoción. --Era una periodista sueca que quería saber su opinión sobre el movimiento emancipador de las mujeres--. El propio Valéry refería la anécdota con cierta ironía. Jamás obtuvo el premio.
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