Se cuenta que cierto día, cuando Nicolás II paseaba por el jardín de palacio, observó a un centinela que hacía guardia junto a un rosal. Al preguntar se le respondió que las órdenes eran no dejar acercarse a nadie al rosal. El Zar fue informado posteriormente que hacía muchísimo tiempo, había ahí una hermosa rosa blanca y, Catalina II ordenó poner guardia para que nadie la cogiera.
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