Georg Christoph Lichtenberg
Científico y escritor alemán
Georg Christoph Lichtenberg nació el 1 de julio de 1742 en Ober-Ramstadt, Alemania
Fue el más joven de los 17 hijos de Henriette Catharina y del pastor protestante Johann Conrad Lichtenberg, que se convirtió en superintendente de Darmstadt.
Padeció durante toda su vida de cifosis (curvatura de la columna vertebral), que le provocó una joroba pronunciada, baja estatura y también dificultades respiratorias.
Se educó en casa hasta los 10 años antes de ingresar en la escuela latina de Darmstadt. Gracias a una beca anual de 200 gulden, estudió matemáticas, historia natural y astronomía en la Universidad de Gotinga.
Viajó a Inglaterra en 1770 como tutor de dos estudiantes ingleses, causando impresión al Rey Jorge III, que lo recomendó para ocupar una plaza de profesor de filosofía. En Alemania, realizó observaciones astronómicas en el Observatorio de Gotinga hasta 1774, año en el que regresó a Inglaterra y en el que conoció a los integrantes de la expedición que dio la segunda vuelta al mundo al mando de James Cook, y también a otras personalidades como James Watt o Joseph Priestley. Fue el máximo introductor de Shakespeare, Sterne y Swift en Alemania. Mantuvo correspondencia con personajes como Immanuel Kant o Johann Wolfgang von Goethe.
Como científico, fue el primer profesor de física experimental de Alemania. Dirigió misiones astronómicas en Hannover y en Osnabrück. En 1770, obtuvo la plaza de profesor de física, matemáticas y astronomía en la Universidad de Gotinga, aunque no impartió clases hasta 1776. Un año después, realizó experimentos fotográficos con licopodio sobre placa electrizada, las llamadas "figuras de Lichtenberg". Tuvo como alumno a Alessandro Volta, que acabó inventando la pila voltaica.
En 1777, se relacionó con Maria Dorothea Stechardt; en 1782 conoció a Margarethe Elisabeth Kellner, con la que legalizó su relación en 1789 para asegurar su legado a ella y sus ocho hijos.
En 1793, fue nombrado miembro de la Royal Society de Londres.
Desde 1764, fue anotando gran cantidad de apuntes, aforismos o ideas que fueron publicadas de forma póstuma desde 1800 a 1806.
Georg Christoph Lichtenberg falleció en Gotinga el 24 de febrero de 1799.
Citas y frases de Georg Christoph Lichtenberg
Hacer que cada instante de la vida sea lo mejor posible sin importar la mano del destino que nos lo envíe: en eso consiste el arte de vivir.
Regla áurea: no hay que juzgar a los hombres por sus opiniones, sino por lo que estas opiniones hacen de ellos.
Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
El matrimonio, al contrario de la fiebre, comienza con calor y termina con frío.
El renombre y el reposo no compaginan.
Tres agudezas y una mentira hacen hoy en día a un escritor.
Si la razón, hija del cielo, pudiera opinar de belleza, la única fealdad sería la enfermedad.
Una creencia aceptada se convierte en verdad. La ortodoxia de la razón atonta más que cualquier religión.
Un libro es una especie de espejo, cuando un mono se mira en él, no descubre la imagen de un apóstol.
No es que los oráculos hayan dejado de hablar, sino que los hombres han dejado de escucharlos.
El primer paso de la sabiduría es echar la culpa a todo; el último reconciliarse con todo.
La ocasión hace al ladrón, pero también a los grandes hombres.
Nada revela mejor el carácter de los hombres que una burla tomada a mal.
Hay gente que cree que todo cuanto se hace poniendo cara seria es razonable.
Tendemos demasiado a creer que, cuando se tiene algún talento, el trabajo debería resultarnos fácil. ¡Esfuérzate siempre, hombre, si quieres hacer algo grande!
La enfermedad es la mayor imperfección del hombre.
Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna.
El sentimiento de la salud se adquiere solamente mediante la enfermedad.
Todo no puede funcionar a la perfección en el mundo, pues a los hombres aún hay que gobernarlos con engaños.
El grado más alto hasta donde puede elevarse un espíritu mediocre, pero provisto de experiencia, es el talento de descubrir las debilidades de los hombres que valen más que él.
Como todas las sustancias corrosivas, el ingenio y el humor tienen que utilizarse con cautela.
Es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien.
El amor es un negocio en el que las dos partes salen ganando.
Intentar modificar el carácter de un hombre es como tratar de enseñar a una oveja a tirar de un carro.
Fino, la verdad, no era, pero dominaba el arte de cabalgar a lomos de su prójimo cuando le hacía falta.
Concede a tu espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia.
La moderación presupone el placer; la abstinencia, no. Por eso hay más abstemios que moderados.